8/1/10

Madrid

Estación de Chamartín, Metro de Madrid













Esta mañana hace un frío realmente paralizador. Se me iban pegando los pies al suelo mientras iba caminando hacia el garaje debido a la escarcha en formación de la acera.

Es una de las cosas que echo de menos de mi tierra. Exceptuando el verano, cuando el calor es
insoportable, el resto de los días del año no son tan desapacibles. Es mucho más fácil hacer vida en la calle, aunque supongo que ésta es una cuestión que depende del punto de vista de cada uno, la verdad, es que por lo que he podido ver aquí el madrileño está curtido para estar en la calle con tiempo tanto a favor como en contra.

Desde la ventana frente a mi mesa, se vé, a través de la cortinilla un halo de luz que avisa de la tardía claridad de la mañana. Al sol tiene que costarle mucho salir, tiene muchos obstáculos. La gran nube de polución no siempre deja ver todo lo que hay en el cielo.

Esta es otra de las cosas que echo de menos en Madrid, las estrellas. Parece irreal que en una ciudad que lo tiene todo no haya un cielo como `` Dios manda’’. Será por eso que las llevan en la bandera.

Dificil de creer, pero así es. Una ciudad que nunca duerme, que no descansa, donde puedes encontrar todo lo que desees y aunque parezca imposible, todos pueden encontrarte a ti.

Sube y baja incesante escaleras mecánicas en el metro, cantidades abrumadoras de gente agrupadas en las estaciones de cercanías, colas inimaginables para coger el autobús. Lo más normal en otras ciudades es que cuando uno llega al tren o parada de BUS diga buenas tardes. Si dices Buenas tardes en MetroMadrid lo más común es que alguna se quite un casco del mp3 y te diga sin mirar: ‘’ No llevo nada suelto’’.

Recuerdo cuando trabajaba en Chamartín, prácticamente cruzaba Madrid de sur a norte dos veces al día, invertía la suma de dos horas y media al día en ir y venir de trabajar y como yo, miles o millones de personas.

En la transferencia de la línea doce con la diez uno tenía que quitarse las legañas, abrir bien los ojos, agarrar bien el bolso y preparar el Gatorade. Era lo que yo llamaba, la plusmarca de metro sur, donde uno siente que suena en su interior la sintonía de los juegos olímpicos e imagina que su vida depende de alcanzar el tren antorcha.

En esta correspondencia pasa un tren cada 2 minutos aproximadamente. Uno tiene el tiempo cronometrado para llegar a la hora al trabajo, sabe el sitio exacto donde situarse para que, al parar el tren, la puerta le quede justo delante y así poder entrar de los primeros, ya que la marabunta se agolpa al bordecito de la línea amarilla del andén.

Ahora viene lo más interesante: Después de hacer la plusmarca corriendo hacia el andén del intercambio y una vez ha llegado el tren, el pitido de la apertura de puertas marca el inicio del juego de la silla. O eres lo suficientemente rápido y malasombra para quitarle el sitio a la viejecita del paraguas o sabes que te chuparás una hora de trayecto de pié. Desgraciadamente, la aventura no acaba aquí. En Madrid, como en el resto de ciudades, existe ese tipo de persona, la que cree que puede hacer lo que le venga en gana o actuar como si estuviera en el salón de su casa estando en un sitio público. Chistar a las mujeres como a reses, cruzarse de piernas bien estirado mientras uno duerme placidamente en un vagón, o tocar seriamente las narices con las musiquita del móvil en manos libres, son algunos de los comportamientos más habituales en estas circunstancias. Naturalmente, estoy obviando cosas más habituales como carteristas, borrachos, y ancianas que en vez de ir sentadas van de pie por que casualmente todas las personas a su alrededor están durmiendo o jugando a la PS3 y todos sabemos que para tales actividades los médicos recomiendan estar sentados.

Cuando uno por fin, ha llegado a su parada y se baja del infierno eléctrico ( barato, rápido y eficaz) pero infierno al fin y al cabo, sale hacia a la calle y la luz y la ventilación le ofrecen la esperanza de encontrar algo de civismo. Es aquí cuando entran en escena Los Conductores.

Bocinazos, pirulas, adelantamientos por la derecha, soplamiento de semáforos y pasos de cebra, motos atajando por la acera, ciclistas que se creen fuera de toda ley… Finalmente, uno acaba su trayecto del metro a la oficina sabiendo que no hay esperanza, por que en cuanto das los buenos días al de seguridad y montas en el ascensor cristalino, el viaje hacia la jungla es corto y no tiene retorno.

Son más de ocho horas de trabajo intensivo para tu cerebro y de lucha interna por sobrevivir sin volverte trepa, mala persona, gris y ojerosa.

Ocho horas donde el objetivo primordial del empleado que lucha por mantener su trabajo es cubrirse las espaldas, detectar el espionaje, el sabotaje, y los comentarios subliminales a su alrededor. El que está pendiente solo de trabajar y de llevarse bien con los especímenes normales de su planta, antes o después será proclamado un peligro para la seguridad de la compañía, para el ascenso de los ojerosos y amenaza para la humanidad justo antes de acabar su contrato o de que la pobre lombríz renuncie al puesto.

Como veis el metro no es tan malo, uno preferiría estar en él tooodo el día.

Hasta llegué a pensar en hacerme conductora de trenes. La rutina tan brutal abstrae de tal manera que hasta puedes tener tiempo de soñar despierto, estoy segura.

Aún así no puedo quejarme, hace un montón que ya no cojo el metro, trabajo a 15 minutos de casa en coche y se me están reduciendo las ojeras. El caso es ser testarudo y buscar que es lo que exactamente te interesa, y si no… siempre estoy a tiempo de volver a valorar lo de la conducción de trenes.

Buenos días y feliz nevada a todos.

Un saludo

BMO

4 comentarios:

  1. la vida que llevamos a diario acaba quemando la voluntad de cualquiera.

    ResponderEliminar
  2. Con lo feliz que ibas tú en bicicleta para estar en 5 minutos de casa al trabajo, y cuidado que alguien te pitara...... Te quiero. Tu pequeño limón.

    ResponderEliminar
  3. Yo también a ti guapa!, cuanto tiempo sin verte postear!, Me alegro mucho de que seas tú la única que tiene verguenza de la ex-empresa y que aún se sgiue pasando poor aqui.
    Espero que todo vaya bien por ahí. Y si, la verdad es que añoro los tiempos en bici, pero si la cogiera por aqui, fijo que me volverian a atropellar!! Quita, quita. Mil besos!
    Bmoon.

    ResponderEliminar
  4. Me gusta mucho tu blog.
    Usted tiene buenos puestos, aún así

    ResponderEliminar